lunes, 19 de octubre de 2009

La ratonera de calle Ollerías (Diario Sur)

La ratonera de calle Ollerías

En horas punta, los conductores tardan casi media hora en cruzar esta arteria de entrada al Centro. Hartos de los atascos y del estruendo de los pitidos, vecinos y comerciantes han trasladado sus denuncias al Ayuntamiento

19.10.09 -
El reloj de su Opel Corsa marca las 13.40 horas. Mónica Tena ha quedado con unas viejas amigas para comer en el entorno de la plaza de Uncibay. Trabaja en Ciudad Jardín, así que enfila el paseo de Martiricos y gira a la izquierda a la altura de la Goleta para tomar Ollerías. Al entrar en la calle, se encuentra lo que temía: una larga cola de coches que apenas se mueven. Coge aire e intenta que la paciencia le gane el pulso a los nervios. Casi veinte minutos después, a las 13.58 y ya al final de la vía, suelta un bufido cuando se le pregunta por el tiempo tardado en cruzarla: «Esto es una ratonera. Últimamente, como pases por aquí en horas punta, siempre es lo mismo. El semáforo dura poco en verde y, para colmo, cuando se abre, se pone en ámbar el de Tejón y Rodríguez y es la ley del más fuerte para pasar», se queja esta contable.
Como Mónica, decenas de malagueños sufren el colapso de tráfico que, según subrayan vecinos y comerciantes, se genera a diario en dos franjas horarias: la que va de las 12.30 a las 14.00 horas y, por la tarde, la comprendida entre las 19.00 y las 20.00 horas.
El problema, como destacan los empleados de los negocios de Ollerías, es que las retenciones van acompañadas de una molesta banda sonora: la de los ensordecedores pitidos de los conductores más impacientes que se desesperan al ver que su coche no avanza.
Carmen Burra trabaja en Pata Negra Delicatessen y asegura que se ve obligada a cerrar la puerta de la tienda para minimizar el ruido, que tilda de «insoportable». «Es súper molesto estar aquí todo el día atendiendo a los clientes con pitidos constantes que acaban desquiciando a cualquiera», se queja al tiempo que apunta que la situación «ha ido a peor» desde que cambiaron el sentido de Tejón y Rodríguez. «Cuando salen los vehículos del aparcamiento se juntan con los que intentan cruzar el semáforo de Ollerías, y en horas clave como las de salida del trabajo se forma un caos», detalla esta comerciante.
Cambio del paso de cebra
Sin embargo, a juicio del Ayuntamiento, el escollo no está tanto en el nudo con Tejón y Rodríguez como en la confluencia con los vehículos que bajan por la calle Dos Aceras. El director del Área de Tráfico del Consistorio, José Gordo, insiste al respecto en que si se está produciendo «mayor colapso» es por otros factores, como son la existencia de una zona de carga y descarga ilegal justo al girar Ollerías, «donde hay camiones que obstaculizan el paso» o por el propio paso de cebra ubicado antes de calle Puerta de Buenaventura.
En este sentido, Gordo anuncia que su departamento ya ha solicitado el cambio de este paso de peatones. «Estamos a la espera de que nos hagan el rebaje para ubicarlo pasado Puerta de Buenaventura con el objetivo de aligerar la circulación en este punto», señala.
Sobre las críticas referidas al cambio se sentido de Tejón y Rodríguez, el responsable de Tráfico defiende que la modificación se hizo hace dos años para descargar Carretería, «ya que un carril se paralizaba con los coches que querían acceder al 'parking'» y alega que son pocos y escalonados los vehículos que salen del aparcamiento, por lo que no considera que sea éste el motivo que esté sobrecargando Ollerías.
Los vecinos, sin embargo, no lo tienen tan claro. «Vivir en esta calle se ha vuelto un calvario. Hay días que para acceder a mi cochera tardo más de veinte minutos. Llevo aquí ocho años y el tráfico ha empeorado por culpa de los últimos cambios, por mucho que nos digan lo contrario», plantea Ana Durán, una ama de casa de 62 años.
Francisco Gallego, de la cafetería Monteblanco, recalca que Ollerías es «un embudo», en su opinión, motivado por el hecho de que cada vez existan menos ejes de entrada al Centro. «Si en lugar de haber un par hubiera más accesos, no se formarían estos follones de coches», añade. Y pone un ejemplo: «El chico que me trae el queso se baja a principio de la calle, viene andando hasta aquí y nos hace la entrega y, aún así, cuando sale, el conductor que le trae aún no ha cruzado Ollerías...Y esto es todos los días», lamenta este hostelero.
Vanessa Arques, de La Habitación de Kate, es otra de las comerciantes que sufre esta ratonera con los molestos pitidos: «Hay momentos en los que he llegado a salir a pedirle a los coches que por favor tengan consideración con nosotros, que estamos trabajando. Sin embargo, no se respeta nada, incluso tengo que advertir a las clientas que tengan cuidado porque las motos, para no esperar la caravana, se meten por las aceras», dice.
Hartos de la situación, los comerciantes de Ollerías han recogido firmas y las han trasladado al Ayuntamiento. Exigen una solución.